No es el fin del mundo. Es tan solo el principio.

Miraba al infinito. A un espacio infinito que abarcaba todo un universo entre sus ojos vidriosos y el techo. Sentía algo infinito también, una soledad infinita e inabarcable. No, ni siquiera un universo cabía en esa soledad. Reposaba en horizontal, en su lecho, en su cama. Sin embargo, su lecho ya no le pertenecía. En su lugar, una profunda rigidez. Su lecho había sido profanado la noche anterior y en ella quedaron las cicatrices de la batalla. La bestia emitía un profundo ronquido.

No, no era el fin del mundo. Ojalá. Era tan solo el principio.

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1 comentario:

  1. Aunque creo que tu escrito va con otro fin, ha habido elementos con los que me he sentido identificado. Un sentimiento agridulce, la comprensión del dolor. En concreto me refiero a la nueva vida que se adopta cuando empiezas a convivir con el sufrimiento (que es lo que me ha transmitido, vaya).

    Gracias.

    D. Merino.

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