“Me aburro. Y no, no hablo del
estado reactivo de la propia mente frente a la falta de estímulos de interés,
no, no hablo de hastío, ni siquiera de tedio. Hablo de una profunda
inapetencia, de una honda inacción ante lo que me generaba cierta satisfacción.
Es el aburrimiento en su estado primigenio, una autarquía de carencia de
interés, que no se plantea la entrada de nuevos estímulos exteriores para
satisfacer su ya abultada demanda. Es el summum. Fijas la vista y ahí descansa
la misma fotografía durante horas. No buscas evasión, no buscas la fuga de
pensamientos, no, sino que la favoreces, te regodeas en tu propia miseria
mientras te formulas un millar de preguntas retóricas, y lo son porque no
quieres analizarlas, no quieres respuestas, quieres caer en la decadencia, en
tu propia autocomplacencia de mierda.
Ese soy yo. Y tú, aunque aún
no lo sepas. Somos la Generación Vacía. Volcamos nuestras frustraciones en
textos que nadie quiere leer, molestamos a los demás a través de los
altavoces de nuestros móviles con música que ni siquiera deseamos escuchar, hablamos sobre
lo que no entendemos, pedimos respeto cuando no respetamos y vemos alterado
nuestro statu quo cuando se rebaten nuestros dogmas. No hay argumentos, solo
bloqueos, escarnio y violencia verbal a través del anonimato de las redes
sociales. Somos verdadera escor...”.
-Demian, apaga ya esa puta
grabadora, que no vives en los años ochenta. Me ha llamado Harry, dice que si
vamos al Chinaski a tomar unas cañas.
Demian acciona el botón de apagado
con cierta apatía. La entrada en escena de su compañero de piso ha desbaratado
sus planes de rezongarle sus penurias a su vieja grabadora Phillips. El
muchacho vive tan agobiado con el presente que ha acabado enquistado en el
pasado muy a su pesar. No pertenece a la “Generación Vacía”, es un millennial
elitista con ciertas ínfulas de supremacía moral. Un gilipollas.
-Joder, Holden, sabes que
Saller me cae como el culo. ¿Por qué siempre que quedamos viene ese pedante de
mierda?
-Porque es el que paga. Además,
necesitamos un intensito para parecer más interesantes. Recuerda que Harry
Saller es el genio del sufrimiento. En media hora nos espera en la puerta, así
que deja de quejarte tanto, de hablar de hastío y tonterías de esas y ponte la
chaqueta.
-Eso es lo malo de estar tan
deprimido. Que ni siquiera puedo pensar – dice entre susurros la
autocompasión de Demian.
-Esa frase es mía, y deja de
copiarme que ya lo haces hasta en tus tuits.
El día oscila entre el naranja
del crepúsculo y el añil de la noche que llega. Una figura se parapeta en el
interior de su apolillada cazadora. Lavapiés es un hervidero y el Chinaski
también. Es un viernes cualquiera en Madrid Central, un viernes de invierno en
el que la distancia entre la legalidad y la picardía se miden por el rabillo
del ojo.
-¿Quieres drogas, amigo? Hachís, maría, coca...
-No, no, gracias.
-Tengo cosas más duras: speed,
éxtasis...
-No, caballero, de verdad que
no me interesa. El verdadero éxtasis es iluminación y la inspiración es mi
propia sangre sobre los versos de este cuaderno – deambulan los retazos de
filosofía barata de Harry en voz alta a través de su boca. Coelho se hubiese
sentido orgulloso.
-¿Qué dices?¿Me estás
vacilando? – y la sirena de la policía pone fin a una conversación abocada a la
trifulca. El camello se agazapa entre las sombras de un portal antes de correr
calle arriba. Por si acaso. Batió su récord personal: 10,9 segundos.
-¿Qué pasa, Harry?
-Nada raro, Holden. Buenas,
Demian. Señores, ¿dispuestos a ahogar las penas en el lúpulo y acabar la
jornada como Max Estrella en el Madrid del esperpento?
No hubo réplica. No hizo
falta. Los tres se adentraron en el Chinaski, se los tragó la noche, el
alcohol, las penas, las risas y las letras.